Guadalupe Hernández había sido siempre una mujer alegre, feliz, que derrochaba simpatía a todos los que la rodeaban. Cuando se casó con Juan Sánchez, la chispa que había habitado en sus ojos desapareció. No reía y apenas hablaba. El hombre que le impusieron en el matrimonio no solo le robaba las ganas de vivir. El trabajo de dudosa moralidad que su esposo realizaba era el responsable de que llegara a casa malhumorado y con muy pocas ganas de ver a su mujer. Cuando Juan murió en el tiroteo, Guadalupe sintió cierta liberación pero lo que no sabía era que la sombra de su marido le iba a seguir hasta la muerte.

 

Entre las continuas peleas con sus hijos y el cáncer, Guadalupe perdió las ganas de vivir. Cuando creía que había abandonado la batalla apareció la doctora Amanda Paredes quien le suministró toda clase de medicamentos posibles para que sobreviviera. Guadalupe no tardó en entender las razones de su mejoría: su marido y la madre de Amanda habían mantenido una relación y la joven doctora quería la herencia de su padre.

 

En cuanto se enteró, Guadalupe quiso informar a sus hijos, en especial a Jacobo, que mantenía una relación con Amanda. Sin embargo la doctora le amenazó con acabar con sus hijos si contaba lo que sabía. La madre protectora se encontraba en un gran dilema, ¿conseguirá hacer frente a su hijastra sin que sus hijos resulten heridos?